19 de novembre 2010
Visitas a las palabras
Ya son tres noches que no puedo dormir...
Y la verdad es que me voy a la cama con los ojos que me pesan, pero cuando me meto entre las sábanas resulta que ya no se quieren ni pueden cerrar. Sabes que a veces me pasa eso, ya me conoces, y la mayoría de veces es porque no estoy bien conmigo misma, algo se me remueve en la barriga... y tengo ganas de escribir. Me pasan por la cabeza muchas frases que decirte, mil cosas que quiero explicarte, mil maneras de empezar un poema... pero al final todas acaban con lo mismo, el miedo.
Empiezo a darle vueltas a estas ideas, palabras, imágenes.. y al final... Aquí estoy, en el sofá del salón del que hace tres cuartos de hora me levanté para irme a dormir, supuestamente. Como no, en el momento más inoportuno todos aquellos principios y palabras se me evaporan...
Estos días, todos aquellos castillos que me hicieron partir; las banderas que lideraban mi barco... se están cayendo. No me preguntes porque. Esta vez las habíamos tejido y construido con todas nuestras fuerzas y nuestras ganas; no nos quedó nada por hacer... todas las fuerzas volcadas en la distancia.
Pues ahora es cuando empiezo a entenderte, y quizás por eso tengo miedo.
Porque entiendo las lágrimas por falta de piel, los gritos por falta de atención, las rabias por falta de hombro en el que llorar, las desilusiones en días de soledad, los fríos sin manos en las que calentarte... por todo! Y eso me jode. Así de claro. No tengo otras palabras.
Y ese es el miedo que tengo, el llegar a entender como te sentías, y lo poco que te entendí. El pensar que ya no tengo lugar, que los recuerdos al final los tiraste tú al mar y esta vez no hubo aviso de que la llave también se perdía entre gotas y más gotas...
Tantos años reducidos a unos minutos de llamadas telefónicas en el que pesa más el compromiso que el placer. Tanto tiempo, mentira. Olvidar te cuesta menos; y a mi me cuesta más.
Porque al final, lo que quede será lo que uno muestre al otro. Y no tengo otra cosa que mis huidas al sofá.
*Imagen de un gran recuerdo... ¿Cómo llevar una caja a correos mientras nieva, sujetando a la vez el paraguas para no mojarte y que no se haga pedacitos la caja?... ASÍ.
Y aún sonrio al pensarlo.
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Te entiendo perfectamente,yo, como tantos y tantas, he pasado por ese puente vivido esa sensación. Triste. Sin embargo el tiempo, dios cruel, en ocasones no lo es tanto y pone un grano de arena en la balanza de la felicidad, en la del entimiento.
ResponEliminasucede a veces que tras la lluvia viene el sol. Sucede a veces que hombres y mujeres aprendemos de lo vivido, no errores, no simplemente d elo vivido.
un abrazo.
A veces el dejarse estar entre los mullidos
ResponEliminaabrazos de un sofá, nos permite "ése dejar pasar el tiempo" para luchar por el que vendrá. Perder el tiempo es a veces una sabia manera de recapacitación. De aprender el modo de ganarlo. De atrevernos
Un abrazo- me ha gustado tu texto