10 d’octubre 2010

Días diferentes y de tormentas.


En una semana mi vida ha tomado el rumbo deseado desde hace ya mucho tiempo.
Deseaba coger las maletas y llegar lejos,
a un sitio en el que empezar de cero todo aquello que no me gustaba de mi, de ti, de todos...
Un sitio en el que pueda ser yo sin estar esposada al pasado, deshaciendome de aquellas responsabilidades que tantos años me han parecido piedras que sólo hacían pesar más mi maleta.


Y aquí estoy, lejos...
A muchos litros de agua de mi roca, en la que quedan personas
a las que amo y a las que nunca podré olvidar.
Mi familia, que aunque a veces parece que reñir forma parte de nosotros,
sé que es la forma que tenemos de decirnos que no queremos nada malo
los unos para los otros, de expresar aquello que más nos aterra...
la posibilidad de perder a alguien y de reconocer que le echamos de menos.

Y sí, aquí estoy...
Una semana en la que ya he recopilado varias anéctodas que
siempre guardaré en la memoria, y la que marca el principio de un
nuevo camino... quizás no tan parecido al que había soñado,
pero al final es otro principio.

Y llega el primer día de tormenta.
Días en los que parece que te invade una cierta nostalgia.

Me gusta poder notar el aire atravesando la ventana y oirlo cantar,
ver esa luz que por un instante ilumina mi cama y me hace sonreir esperando
los segundos a que llegue el rugido de la naturaleza...
Pero esta sonrisa se ve cortada a ver que tú no estás aquí para compartir fríos,
abrazos y miedos de días de tormenta.




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